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febrero 06, 2020

La Ciénaga del Name, el último humedal del secano interior está en estado crítico y refleja impacto de escasez hídrica en la zona central

El año 2014, un grupo de investigadores advirtió por primera vez la situación de amenaza que vivía la Ciénaga del Name o el "Ciénago" del Name, como lo llaman los lugareños, último humedal existente en el secano interior de la zona central de Chile. En esa oportunidad destacaron las características exclusivas de este ecosistema ubicado en la provincia de Cauquenes, Región del Maule, ya que, a diferencia de los humedales que se encuentran cercanos a la costa, es el único que posee agua dulce porque se alimenta de las lluvias y de los arroyos que escurren del cerro Name.

En el mismo estudio, financiado por un convenio entre la Pontificia Universidad Católica y Empresas Arauco, los especialistas resaltaron además su “alto valor como proveedor de hábitats para la fauna y la flora nativa” y concluyeron que debía ser nombrado como área protegida en la categoría de Santuario de la Naturaleza. 

Sin embargo, a cinco años de ese llamado, aún no se han tomado medidas de protección aparte de la declaración de área libre de caza aprobada en 1995 por el Ministerio de Agricultura. Los esfuerzos por su conservación hasta ahora han sido infructuosos, y el sector parece más un pantano que un humedal. 

“Este humedal es muy susceptible al cambio climático, porque depende mucho de las lluvias invernales. Ahora, producto de las altas temperaturas de verano, se vio muy seco y una gran zona del espejo de agua -sobre todo los bordes- se secó. Debería recuperar agua ahora en invierno, pero es un humedal que está en proceso de sedimentación y su situación que es crítica”, dice Pedro Garrido, investigador en Conservación de Biodiversidad de la Universidad de Talca. 

Hace diez años la Ciénaga tenía 200 hectáreas de extensión (61 de ellas correspondían al espejo de agua y el resto a pantano), y albergaba a más de ochenta especies de aves y fauna endémicas, como el pejerrey chileno. Hoy el panorama es desolador, afirman los vecinos. 

Cecilia Smith, investigadora del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) y académica de la Universidad de Los Lagos, visitó la ciénaga hace dos años, luego de la llamada “tormenta de fuego” que, en enero y febrero de 2017, arrasó con 570.197 hectáreas de la zona centro-sur del país. 

“Parte de los cerros estaban carbonizados. El arrastre de sedimento por las lluvias los dos primeros años luego del incendio fue muy fuerte, y eso decantó en la ciénaga y disminuyó su espejo de agua”, afirma. 

¿Sirve declararlo Santuario de la Naturaleza? 
La ciénaga pertenece a ocho privados, entre ellos Forestal Arauco y un contador de Cauquenes. Según explicó el Seremi de Medio Ambiente del Maule, Pablo Sepúlveda, en la región están desarrollando un trabajo asociado al Plan Nacional de Protección de Humedales en cinco lugares prioritarios, entre ellos la ciénaga. La idea es poder darle una característica de protección, declarándolo Santuario de la Naturaleza. 

El investigador Pedro Garrido dice que a través de esta figura se pueden establecer restricciones al uso, zonas buffer (área de amortiguación) para tratar de resguardar los bordes del humedal y disminuir los procesos de erosión. También se limita el acceso del ganado, se promueven prácticas amigables con el medio ambiente, “como restringir el cultivo de trigo que todavía se hace en las laderas y que generan sedimentación importante en invierno. Esto no elimina la amenaza que tiene el humedal, solo atenúa los procesos”, aclara. 

Manuel Contreras, en tanto, discrepa con el Seremi en cuanto a los pasos para resguardar el lugar. “En términos formales, el Estado puede declarar Santuario de la Naturaleza sin los permisos de los privados. Existen varios lugares que se han declarado de esa manera, pero al hacerlo inmediatamente hay que construir un plan de manejo para controlar las amenazas. Si no se controlan la amenazas, no tiene ningún sentido nombrarlo Santuario la Naturaleza”, señala. 

Contreras además advierte que “la declaración de Santuario es local, es sobre un área determinada. En ese sentido hay que pensar que las presiones que están afectando a la cuenca seguirán existiendo o aumentarán, porque los derechos de agua ya están asignados y están siendo utilizados. La amenaza seguirá”. 

Por su parte, José Miguel Fariña, del Departamento de Ecología de la Universidad Católica, ve una mejor alternativa en un compromiso de rescate por parte de sus propietarios, que en una declaratoria de protección oficial. 

“Gran parte de las reservas y los sitios protegidos están en el papel, pero tienen cero presupuesto. No creo que vaya a haber mucho esfuerzo, y si es que lo existiera, sería para implementarlo en unos cinco años más, cuando ya no quede nada. Veo que hay mucha gente postulando sitios para protección y no creo que existan fondos para ejercerla. Es más factible que los privados se pongan de acuerdo, porque en definitiva ellos tienen que cuidar sus propias napas”, dice Fariña.




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